Para ello, por supuesto, tenés que prestarle una
excesiva atención, a veces impuesta a
veces genuina. Y de ahí viene lo que yo llamo “atención genuina”. Algo te llama tan espectacularmente que no podes
evitarlo. En las personas, se cataloga como amor a primera vista.
No importa como, el
objeto debe tener tu atención. Y ahí percibís, lo brillante del papel tornasol
que envuelve el adorno navideño con forma de tambor, los fideos plateados que
cuelgan muy desproporcionadamente, las patas de plástico que nada tienen que
ver con el diseño general, las ramas falsas pero cómicas, una estrella rebozada
en brillantina que completa el objeto. Bien: te enamoraste de un árbol de
navidad de unos 50 cm.
Ahora, ¿Cómo lo movés? No sé, hay que disfrutarlo un poco
más. Seguir perdida en el destellar y el tornasol, entre los verdes y rosas que
refleja sin tener ninguno, en el vaivén inestable que le produce el ventilador.
Qué lindo es, que azul. Qué lindo es mirarlo.
Se cae el árbol (un poquito mas allá de donde estaba).