Había una vez una chica...
Una chica que creía en cometas y galaxias, en estrellas y duendes, en lunas de pimienta y canela.
Había una vez una chica que se hamacaba con el viento, que bailaba al caminar.
Ella habló y le hablaron del Amor, de formas y recetas. De desilusiones, de rupturas. De "la verdad", decían. De lo que "algún día se daría cuenta". De "madurar", decían.
Pasaron años entre hojas de mango y flores de lapachos y hojas de banano y hojas de eucaliptos.
Pasaron años y adolescencias, muchas adolescencias y nunca se dio cuenta. Nunca pudo ver esas recetas. Y vivió el Amor en todas sus formas, en todas las esquinas y en la vida. Y sobre todo en personas.
Había una vez una chica que podía amar inmensamente a todo. Que cada vez amaba más, y no pudo acomodarse a lo que le dijeron que pasaría.
Que amó a sus amores y sus rupturas, que amó en el futuro y en los sueños; y en el pasado y en el presente.Y que nunca pero nunca pudo olvidar.
Había una vez una chica que no se pudo desilusionar, que supo reír y llorar, y odiar, y amar, pero no se pudo desilusionar. Y nunca pero nunca pudo dejar de soñar.
Había una vez una chica que supo encontrar de niña, de grande y de vieja el verdadero Amor. El eterno y constante, sonante y bailable Amor. Que lo supo ver en todos y en todas: en el olor a eucalipto y en las flores de lapacho, en el mar y en el río y en sus trenzas de canas plateadas que tanto anheló.
martes, 25 de agosto de 2015
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