A veces siento como si hubiera vivido demasiado. Siento muchísimo
los días, las horas y todo lo que imagino. Todo es tan intenso, siempre tan
intenso.
Quizá sea un poco por eso que me cuesta tomar decisiones, es
que simplemente hay tanto, tan lindo en cada lugar.
Igual sigue sin haber nada más hermoso que las personas. Nada
jamás es más lindo que la sonrisa de Juanme, la timidez de Jorge, la certeza de
Adri, los consejos de Cura, los abrazos de Seba, los besos de mamá.
Nada nunca va a ser mas lindo que los besos de Mamá.
Nunca nada va a ser más lindo que los ojos de Andre, la alegría
de papá, la escucha de Nati, los dolores de Sol, la sabiduría de Hugo, la
eternidad de Ile, la confianza de Máximo.
Nada nunca va ser más lindo que la alegría de Papá.
Es que no hay nada, nada que pueda pedir más que el maracuyá de un nuevo amigo ni hay nada más lindo que el dolor de los
amores no correspondidos.
Es que en serio, no hay nada más lindo que ir a ver una obra
de teatro y emocionarte con la penumbra.
Nada más lindo que el atardecer y la piragua.
No hay nada más lindo que bailar. Nada.
Y si, es que como dice mi musa “Se tiene el corazón que se
trae por defecto”: acá estoy, llorando de nuevo por la película que ví, sabiendo
que es probable que mañana vuelva
discutir.
Eso será mañana…
Ahora escribo para acordarme que soy feliz y que no hay nada
más lindo que disfrutarlo.