Yo Soy. Vos?

lunes, 26 de noviembre de 2018

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Me encanta como mi calendario lunar me dice que es momento para darme lugar a lo más intuitivo, mágico, irracional, poético de mi ser. Desplegar lo racional, lo lógico matemático. Me encanta pero pienso que es imposible.

Me cuesta. Intento.

Hace unos días que me hago muchas preguntas, preguntas de esas que enredan la punta de la colita del signo de interrogación final con la insistente tilde del qué, del cómo y del por qué.

De esas  preguntas que cuando una buena amiga te escucha te da un consejo tan sabio como lejano: “cuando sepas que hacer, lo vas a saber.”

De esas preguntas que ante el mínimo aroma a ansiedad, se hacen tan grandes e ilegibles que no entran en la pantalla de la compu.

Y de golpe, sin intentar entender nada, la arena me toca los pies. La arena que ya venía pisando hace una hora de paseo por Alberdi. La siento. Me quedo quieta. Arrugo los dedos y desarmo los montoncitos húmedos. Una colilla de cigarrillo. Un palito. Doy un paso y otro montoncito con el equilibrio exacto de humedad para desgranarse con textura inequívoca, como la de una masa sablee.

Me encanta sentir la arena. Me pregunto cómo puedo sentirme así sin drogas. Me veo ahí en el presente mismo y todas las preguntas enmarañadas aparecen enfrente mío como letras flotando sin sentido, quietas en el aire. Las barro con la mano y se esfuman, dejándome a la vista el río.

Nada habla. Nada me toca. Nada me apura.

Respiro y siento la diferencia de temperatura del aire tocándome los tabiques internos de la nariz, pasar por atrás del paladar y mojarse y desvanecer. Expiro y pasa otro aire, de otra temperatura, apenas me toca los labios y se va a ser parte del todo.

Vuelvo a la piragua, mi compañero de embarcación, que no sabe nada de mi existencia, me dice:

-Pareciera como si hubieras resuelto algo…

No tengo ninguna respuesta. 

Por suerte, tampoco tengo ninguna pregunta.

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